lunes, 23 de noviembre de 2009

Contracultura cristiana

Desde los tiempos antiguos del cristianismo siempre ha estado sujeta a debate su condición contracultural. Entendiendo contracultura como una serie de valores y actitudes que se oponen a convencionalismos en aras de un mejor modelo de cultura.

Hace 2000 años el cristianismo se desarrolló en un mundo con los valores que hoy en día se siguen practicando: había lo mismo ciudades hedonistas y prósperas (como Corinto), o intelectuales (Atenas) o de plano imperiales con las ínfulas que esto implicaba (desde luego, Roma). La perdición estaba regularizada y socialmente aceptada: bacanales, excesos, idolatrías, ofrendas sexuales aberrantes a dioses paganos.

Al dejar Jesucristo la tierra, se narra la expansión de la contracultura cristiana como una opción con la sencillez de su doctrina: amar al prójimo. Cuenta el libro de Hechos que los cristianos hallaban buen favor de las personas que no lo eran, sencillamente porque se amaban.

Al amor cristiano se antepusieron luego otros valores estructurados y enlistados por Pablo en sus epístolas. Al amor, se sumó y muy importante, la moral cristiana. No como camisa de fuerza (como ahora muchos la conceptúan) sino como método de liberación de mucho tipo de esclavitudes. Al generalizarse esos valores, occidente dio un vuelco en su práctica moral.

No ha sido sino hasta hace 15 años que occidente mismo ha cuestionado estos valores para cambiarlos por una propuesta presuntamente "liberadora" de los "tapujos y del puritanismo".

De tal manera que lo que empezó como contracultura, ahora es el código establecido, contra el cual luchan las propuestas contraculturales. El movimiento GAY, por ejemplo, se entendió en sus inicios como contracultura y en esa calidad ganó varias batallas culturales que lo hizo una propuesta secular aceptable para el mundo. Hoy los gays son normales, son la norma.

Volviendo al cristianismo, ¿Cómo volver al encanto de la contracultura? Cristo alertó en Apocalipsis contra la pérdida del "primer amor". Es acaso la capacidad de asombro, de buscar sentido contracultural de debate, donde residió el encanto del cristianismo que luchó contra un mundo sin sus valores y en muchos ámbitos, y sobre todo el espiritual, triunfó.

Dos mil años más tarde sigue la pugna contracultural, el mundo sigue necesitando amor. ¿Seguimos siendo aptos como nuestros hermanos de Jerusalén para ganar el favor de quienes no son como nosotros sencillamente porque amamos al prójimo?

Amor sigue siendo la respuesta. ¿Lo prodigamos?


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